Fue entrar en la tienda con un calor espantoso en el cuerpo, y ver allí a los dos preciosos negros con sus camisetas de rayas y sus viseras americanas; seguía haciendo calor, dentro igual que fuera; los chicos me miraron de arriba abajo con cara de intención, y yo les respondí con la mirada más expresiva de que fui capaz: estaba encendida. La locura que me dio en esos momentos, la excitación que ya traía conmigo, sola, vagando por aquellas calles de cemento que reverberaban calor y más calor, la hora del día de la libertad sin nadie, qué sé yo, me empujaron como a un animal con un solo propósito, deshacerme en líquidos, morirme de sexo.
Agarré a uno de los muchachos abrazándolo por el cuello y lo llevé a mi boca sin mediar palabra. No se zafó, hoy día los chicos no dicen nunca que no a nada... Fue un beso pegajoso, de cuerpo entero y de lenguas infinitas. No sé qué cara puso el otro chico, el que en ese momento tenía la gorra en una mano, porque no le miré siquiera, lo cogí directamente sin apartar mi boca del primero y lo atraje también. Una boca, otra boca, una boca, otra boca, cuellos lustrosos de África brillando en marrón, qué piel, por dios... Mi saliva y su piel, sus brazos y mi cuerpo largo. No duró mucho porque enseguida me remangué la falda y conseguí quitarme las bragas sin dejar de besar. Sé que uno de ellos se acercó a la puerta a bajar una persiana, menos mal, aunque no era una hora de mucho tránsito esos chiringuitos de mil cosas siempre reciben algún cliente.
Recuerdo un mostrador pequeño en un lateral del local, justo enfrente de la puerta, a mano derecha, rodeado de botellas, cajetillas, cajas de cartón por el suelo, de todo. El resto de la tienda no serían más de 6 metros cuadrados, calculo ahora, y entre mercancías y cajas apenas quedaba espacio libre. Me senté en el mostrador, con la falda levantada en la cintura y sin nada en la parte de arriba (¿esto cómo fue?). El que parecía mayor, de camiseta azul marino, se estaba desnudando enfrente de mí mientras yo abría las piernas, el otro abría una caja de condones. El de azul se puso uno y me penetró, allí subida en el mostrador, apoyada en la caja y sobre papeles... Era una polla perfecta, perfecta para mí... Oh... Una polla que me llenaba por completo, que resbalaba por mi coño de mantequilla pese al condón, ¡yo estaba tan lubricada! Me encantaba cómo me follaba, se movía muy bien y me clavaba los dedos en las caderas para empujar fuerte, y era guapo, muy guapo, quizá aún más que el otro, el que me saludó primero al entrar y me pareció como un muñeco de lindo. Me corrí, muchísimo, pero seguimos follando; yo sentía cómo vertía mis jugos del coño al mostrador de cristal y me empapaba las cachas por dentro.
El otro chico había estado mirando todo el tiempo al lado de nosotros, tan lindo, tan quieto, y esa presencia tan gentil me excitaba horrores. Sin dejar de recibir los empujones del más alto, alargué un brazo hacia el otro y lo acerqué a la altura de mi cabeza. Pude abrirle la bragueta y él hizo todo lo demás, fue cuestión de segundos que estuviese allí desnudo para mí, empalmado y enfundado en un condón de color lila, que sabía ¿como a mora? Me metí su polla hermosa toda de un golpe en mi boca seca de tanto gemir, qué hermosa polla, por favor, pero no podía con aquella boca seca. Me solté de ambos y agarré la primera botella que encontré para beber, la bajé de un golpe entera, un refresco de naranja. Se me ocurrió mojar el condón lila en la abundancia de mi coño, así que me giré hacia el segundo y lo atraje para que me follase también. Qué suerte la mía, otra polla de mi talla exacta...
Realmente no sé cuánto tiempo estuve follando con este, porque volví a irme enseguida, para variar, pero seguimos y seguimos, y la sensación de desecarme de pura calentura me embriagaba, de verdad. Mis axilas y la parte bajo mis tetas chorreaban sudor, la boca se me secó enseguida de nuevo, qué calor... Y mis bajos estaban encharcados de lefas, mis jugos que llenaban la tienda de olor a animal caliente, un olor particularmente agradable, no lo digo solo yo, y que a mí me pone como a una perra... Tenía los ojos cerrados mientras me follaba el segundo, tan rico, y el primero me tocaba las tetas, los labios, me metía un dedo en la boca... Intenté de nuevo la maniobra de antes con los jugadores cambiados y le cogí a este la polla, esta vez la relamí de arriba abajo, con todo su sabor a frambuesa (seguro que las dos al natural tendrían un sabor delicioso, pollas morenas). Cuando la tuve bien mojada me la metí en la boca, y venga a mamar. Se me da bien mamar, lo siento, pero es una gran verdad; no me canso nunca, como sea un pene o un hombre que me gusta. Estuve comiendo la polla del alto mientras el otro dulce me follaba, y me corrí por lo menos otra vez más. Estaba tan caliente, tan mojada, tan abierta... Entonces no tenía tiempo para atender a tantas sensaciones, pero ahora recuerdo mis cachas sobre el duro mostrador, casi lastimadas, y el gran charco mío haciéndolas sonar a cada empujón, y eso me hace excitarme tremendamente de nuevo...
En un momento dado el que me follaba comenzó a respirar más fuerte y a gemir, y se corrió dentro de mi coño durante mucho tiempo; me encantó la manera de correrse, se le veía tanto placer en la cara, parecía que no acababa de eyacular nunca. Nos contagió su delirio; yo volví a la otra polla con furor, enseguida hubo otra eyaculación en mi boca, una corrida fucsia en el condón de frambuesa.
Nos soltamos, se quitaron las gomas de colorines (luego habría más, una fiesta de condones como globos de colores), yo cogí otra botella de refresco y bebimos los tres. Yo bebo, tú bebes, él bebe, yo te beso, tú me bebes, él nos moja con refresco de naranja, y otra batalla de lenguas y manos y uñas en el pelo. No habíamos cruzado media palabra en todo el tiempo desde que yo me lancé, pero nos llevábamos bien, había entendimiento, vamos. Siguiendo con eso me lancé al ruedo, ya se sabe, los besos en algunos casos conducen a las mamadas, porque las pollas nunca se aburren de que las bese... Bajé a comer y en aras de la sensatez cogí otros preservativos, una ciudad llena de gente de todas partes como Barcelona y dos jóvenes de barrio no son como para experimentar. Puto condón. Pero fui buena y repartí, condón verde para el alto, condón rojo para el dulce, mamada para ti, arrodillada en el suelo, larga, gustosa, ahora mamada para tu amigo alto que está pacientemente esperando a nuestro lado, mamada y mamada y mamada y sacadme de aquí o rompo las putas gomas a mordiscos y os la chupo hasta dejaros secos...
Me levanté y me di la vuelta, hacía rato ya sin falda ni nada de nada, totalmente en cueros rodeada de cachivaches de una tienducha de horario especial, me dejé tocar por las cuatro manos. Qué locura, qué delirio. Me abrían el culo, me separaban las piernas, me sujetaban las tetas, yo les indicaba con mi mano que apretasen más, fuerte, fuerte. El más alto se colocó en posición y yo apoyé las manos en el mostrador. Entró hasta el fondo, haciéndome gritar de placer. Era insoportable, yo estaba tan mojada y cachonda que creo que mi culo se podía ver abierto a simple vista. El pequeño me acariciaba por todas partes, o yo qué sé quién era, y en un momento dado, cuando yo me corrí y mi corrida me goteaba por las piernas, este me las acariciaba siguiendo las gotas, ¿qué estaría pensando? En cualquier caso fue un detalle exquisito. Acto seguido, se puso él detrás y continuó follándome, sin yo poder apenas gemir de puro éxtasis, desparramada sobre el mostrador y con las piernas perdidas de mi jugo. El alto, más impaciente, rodeó el mostrador y me plantó la polla en la cara para que se la siguiera chupando; esto puso al otro como un loco de caliente y empezó a darme tan fuerte que yo casi tenía que parar de chupar para gritar, hasta me dio un tímido cachete, pensé yo “Cómo serán estos golpes cuando tengas más años”. Se corrió.
Nueva recolocación y cambio de escenario, giro hacia las estanterías de enfrente y a recostarse en una especie de estante largo en medio de la tienda. Me subí encima del alto y lo follé bloqueándolo con mi baile de coño; ¡me corrí como una loca!; en parte esta era del pequeño, pero se me había ido antes de tiempo, este en cambio no se corrió. Me metió un dedo en el culo y me siguió dando desde abajo, cuando yo ya había dejado de fregarme con su polla dentro. Qué vigor, qué exactitud, qué manera de acoplarse bien dos cuerpos desconocidos... El pequeño, mi dulce pequeño, vino también y yo le indiqué que se apostara al lado aunque había apenas sitio para dos en aquella tabla. Mientras me follaba uno yo besaba al otro, le acariciaba los huevos, las piernas, hasta que me recuperé de mi anterior orgasmo (¿cuántos llevaba?) y decidí cambiar de polla. Santa paciencia, ahora condón naranja. Me clavé pues la naranja hasta el fondo de mi coño dilatado, reconozco que a esas alturas de la película mi vagina tenía que parecerse bastante a un estanque, pero la muy cabrona seguía contrayendo sus músculos y dándome placer...
Llegó el momento, o algo así debí de pensar, e indiqué al alto que se levantara y viniera por detrás. El pequeño me cogía la cabeza cada dos por tres y me besaba con fuerza mientras me follaba, era uno de esos hombres a los que les cuesta estarse quietos cuando meten la polla dentro aunque los pongas abajo, o quizá era simplemente inexperto; su beso me hacía algo de daño, pero eso me gustaba, porque mientras me tenía sujeta con su boca sentía al otro tanteando el agujero de mi culo para entrar, sin yo poder verlo, aunque mi mano guiaba, siempre una mano guiando cuando se trata de desconocidos... Ya noté su polla lista para entrar y me zafé del beso del pequeño, que obedientemente se quedó quieto esperando órdenes para iniciar al baile a tres. Me giré y le dije al alto entonces con la voz ronca “Entra despacio”. Creo que habría sido igualmente la penetración anal más fácil de toda mi vida, con tanto calor, tanta excitación, pero él obedeció y comenzó a empujar lentamente, sin moverse atrás ni una micra, qué listo. El pequeño tenía una expresión de concentración que daban ganas de comérselo, esperando a que su ¿hermano? ¿amigo? diese la indicación para comenzar el ajetreo. Yo creía explotar, tan cachonda y fuera de mí, sintiendo cómo se me iba llenando el culo de la polla del chico, esa sensación tan típica del sexo anal que parece que es imposible meter nada, que vas a reventar y sin embargo te da tanto placer que quieres que te llenen del todo... A mayores, con el coño ocupado por la polla del otro chico, estaba a punto de morirme de gusto, ¡pensaba que no podía soportar tanto tanto placer!
No puedo decir mucho más, sé que me corrí casi inmediatamente y que mi negrito listo siguió zumbándome el culo algunos minutos a placer hasta que lo oí gritar cuando eyaculaba; el que estaba debajo de mí se corrió bastante pronto también, antes, creo, y luego ya no recuerdo, sólo el jadeo de los tres tirados por la tabla-estante con un estropicio de productos de alimentación por el suelo. Nos levantamos despacio, sobre todo yo, que estaba aturdida (¿llegué a perder la conciencia?), y tardamos aún un rato en empezar a movernos y a recomponer aquello.
Despedirse, ¿después de no haber intercambiado ni una frase? Complicado, quizá hasta sobrante, pues todo había sido tan improvisado, tan impetuoso, tan perfecto... Cuando estuve por fin vestida y ellos también, y el aspecto de la tienda era más o menos decente sin papeles de condones ni botellas de refresco por el suelo, los besé por última vez. Primero al dulce, lindo, un beso largo y tierno; luego al mayor, otro beso largo más intenso. Cogí mi pequeño bolso en la mano y con el sabor de sus bocas en la mía dije “Adiós” y abrí la puerta.
Ya estaba saliendo y mirando la luz cegadora de la calle al final de la galería donde estaba la tiendecita, cuando noté que no quería irme así, que me faltaba algo. Y me di cuenta de que me parecía injusto, ya puestos, que el pequeño no hubiera probado su penetración anal, ¿no?. No sé si razoné bien o mal, el caso es que me di media vuelta, entré de nuevo en la tienda y lo cogí por el cuello y lo besé hasta notar su polla de nuevo dura en el pantalón. Esta vez el mayor no se movió, los había cogido a los dos por sorpresa... Fui llevando al mayor hacia el mostrador apoyándolo contra él enfrente de mí, a la vez que frotaba mi culo en el paquete del pequeño. Me levanté la falda y el pequeño me bajó las bragas, mientras tanto el mayor buscaba mis tetas por el cuello de la camisa abriendo botones y mordiéndome los labios. Oí el ruido de un preservativo que a día de hoy no sé de qué color era porque no me giré a mirar, y me abrí las cachas con una mano. El pequeño entró en mi coño, y sé que sonreí. Le dejé darme gusto un par de minutos y enseguida me saqué, para llevarme su polla a mi culo aún sensible de la penetración anterior. El mayor me sujetaba la cabeza, y me tocaba por todas partes, las tetas, la boca, el coño, me pellizcaba... Fui agachando la postura para facilitar la entrada por detrás, y yo misma saqué la polla del alto que tenía enfrente. Condón amarillo limón al instante, “Qué buena escuela tienen estos chicos”, pensé yo. Empecé a comérsela mientras mi dulce se esforzaba para follarme el culo, su primer culo, probablemente, pero me parecía bien que fuese el mío, después de aquella sesión de tarde...
Tuve que dirigir la operación con una mano, animando a empujar o frenando cuando era necesario, pero poco a poco la polla se fue abriendo paso y mi culo se dispuso a engullir de nuevo, lo sentí todo abierto otra vez. Ya estaba casi toda dentro y yo ya estaba disfrutando; quité mi mano de la polla del pequeño y la dejé frotando el clítoris, acompañando la penetración, pero sin soltar la polla del alto con la otra mano. Entonces me dediqué a comer y a comer, tanto, que me olvidé de tocarme, colmada con el culo lleno de polla y la boca llena también... Por fin recibí la estocada, toda la tranca dentro: el pequeño se había desvirgado, me había clavado toda su polla por detrás y me sacudía con locura, parecía que iba a atravesarme entera. No podía mover mucho la boca porque ya iba a correrme y me costaba mantener otro ritmo, pero no dejé escapar al alto en ningún momento. Cuando no pude más lancé un gemido como de vaca pariendo, de hondo, y noté mi vagina libre, vacía, desesperada escurriendo su placer sin nada que frenase las lefas una vez más, y en ese momento también noté cómo la polla que tenía dentro del culo se hinchaba y se ponía rígida, el pequeño estaba teniendo un orgasmo también y eyaculaba dentro de mí. Esto fue lo que animó al mayor, supongo, que cerró los ojos y soltó también su corrida dentro de mi boca, casi al tiempo que nosotros...
Esto, más o menos, es lo que soñé yo esta tarde mientras dormía una larga siesta. Me desperté tan mojada que tuve que masturbarme al instante, frotándome el clítoris con dos dedos y metiéndome mi varita de cristal por el culo mojado. Como en mi sueño, me corrí enseguida, rapidísimo. Mientras lo escribía, ya de noche, estuve tocándome y recogiendo gotas de mi vagina todo el tiempo, mojé la silla de mi escritorio y tuve que parar a masturbarme un par de veces más, retardando el orgasmo porque de nuevo me quería venir al instante. Ahora son las 5 de la mañana, la hora en que ciertos bares están llenos de borrachos salidos. ¿Me iré a dormir...?
PD.: Esto lo ha escrito Amatista, la estrella de este blog. Todos los derechos, royalties, negros o blancos calientes que pudiesen salir de aquí, y orgasmos potenciales, tendrán que serle entregados a la mayor brevedad. Dejad comentarios y veremos como.... ;)